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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

En la sabiduría.

En la sabiduría.

 

Engulle tú, sabiduría, el mundo;

Engulle tú, mundo, al hombre;

Y tú, hombre, deja pasear los oleajes

Del saber en el ínfimo mar de la ignorancia.

Navega sobre el puro conocimiento

Cual capitán conduce su nave al naufragio.

No sufras hombre, no padezcas,

Que han de llegar los días aciagos

En que tu timón marche en soledad,

Mientras la brújula de tu vida

Se pierde en lo espeso

De los océanos furiosos y atrayentes.

Hay tormenta en alta mar,

Tempestad de conceptos que van filtrándose

Por entre las viejas maderas de ese tu caparazón

Al que algunos llaman cerebro.

Pero tranquilo, aún queda lugar para la esperanza

En los lejanos puertos, donde la brisa

Empañada de ignorancia,

Conduce los cerebros a la pura inocencia.

Donde no habrá más ni menos,

Sabios ni tontos, locos ni vehementes;

No, en aquella orilla trasparente,

Será la inocente ignorancia la reina.

Ignorancia que nos devolverá

Al nuevo renacer, a los cielos nuevos,

Y a la tierra nueva que hoy,

Mi mente y tuya anhelan,

Plagadas del cáncer del saber, del conocimiento,

Que nos aleja cada vez más,

De la anhelada inocencia de la ignorancia.

 

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