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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

Sentir

Sentir

Nunca sabremos del todo por qué las cosas ocurren, por qué el sol se aleja poco a  poco, dónde va la luna al dejarnos, que hay bajo la arena del mar... y un largo etcétera de pequeños interrogantes a los cuales nos gustaría tener respuesta. Una de las incógnitas que más ha fascinado al ser humano, desde los mismos albores de la humanidad, es la posibilidad de sentir; es decir, poder controlar los propios sentimientos o, al menos, encontrar una explicación a ellos. Sin duda alguna, quien haya dedicado tan solo un segundo de su vida a ésta pregunta, permítame que le diga que pierde el tiempo. Sentir no tiene explicación, no tiene un por qué, ni tan siquiera una lógica. Se siente porque se tiene esa capacidad. Se siente porque es un regalo dado al corazón del ser humano, un don lleno de capacidades incontrolables. Lo único importante, mucho más que encontrar explicación a los sentimientos, es poder vivirlos; no tener miedo a sentir ni a amar. Saber que con ellos todo es posible, por difícil que parezca. Tener claro que, como regalo que son, también Dios nos pide que los pongamos en práctica como talentos que son. Notar que, si para ti no está clara la existencia de un dios, las capacidades de sentir serán tu buen dios, el que te diga e indique todo lo bueno por hacer.

En definitiva: es absurdo buscar explicación a los sentimientos, lo importante es vivir en plena batalla. En la lucha, ponernos del lado de los buenos para vencer sin remedio a los malos. Y una vez vencida la batalla diaria, vivir sintiendo y sentir amando.

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