Historia de la Iglesia II (1ºBachillerato)
TEMA 1 (Los inicios de la Iglesia)
La primera Iglesia. Podemos afirmar que la primera Iglesia es congregada por Jesús, estaba formada por la comunidad de sus seguidores y su inicio puede ser marcado en la fiesta de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo.
Quienes seguían a Jesús eran llamados discípulos, es decir, los que aprenden del maestro. De entre los discípulos, Jesús eligió a doce, que recibieron el nombre de apóstoles, que quiere decir "los enviados a predicar". Ellos vivían juntos, y lo tenían todo en común.
Los apóstoles:
*Son elegidos por Jesús
*Son llamados a ser sus amigos y sus colaboradores.
*Son enviados a predicar el evangelio
*Reciben de Jesús la autoridad sobre la comunidad.
Como Jesús sabía que cuando Él no estuviera, necesitaría una persona que los alentara y les guiara, decidió elegir a Pedro y su tarea fue ser el guía y el apoyo del resto de la comunidad.
El Espíritu Santo en la Iglesia
Después de la muerte y resurrección de Jesús, muchos de sus discípulos se dispersaron. Sin embargo, otros junto con la madre de Jesús, seguían reuniéndose para recordarlo.
Un día, mientras estaban reunidos, notaron como el Espíritu Santo entraba dentro de ellos y los llenaba de valor y fuerza. Su presencia se manifestó como ruido, viento impetuoso y lenguas de fuego.
En el día de Pentecostés, se estaba celebrando una fiesta judía que reunía en Jerusalén a gentes de toda Palestina y creyentes y judíos que vivían en otras naciones del Imperio Romano. Pedro, inspirado en el Espíritu Santo, les dirigió la palabra. A pesar de hablar lenguas diferentes, todos se entendieron.
Pedro les explicó que:
*Todas las promesas sobre la salvación de Dios que hicieron los profetas del Antiguo Testamento se habían cumplido con Jesús de Nazareth.
*Jesús, a quien ellos habían crucificado, era el Mesías, el hijo de Dios hecho hombre, es decir, el Cristo prometido.
A raíz de este discurso de Pedro, unos tres mil judíos se convirtieron, fueron bautizados e incrementaron la comunidad de los seguidores de Jesus.
Las primeras comunidades
Los primeros cristianos se diferenciaban de los otros Judíos en que ellos creían en Jesús, el Señor, y, siguiendo la enseñanza de los Apóstoles, se esforzaban en vivir como Él había enseñado.
Las autoridades judías no los aceptaron y fueron perseguidos.
Los primeros cristianos procedían del judaísmo como Jesús y los apóstoles. A simple vista, no se diferenciaban de sus conciudadanos. Pero podemos observar grandes diferencias que son relatadas en los Hechos de los Apóstoles:
*Creían en Jesús, el Señor, el Hijo de Dios salvador de la humanidad.
*Se bautizaban y se reunían en comunidades para orar y acrecentar la fe.
*Celebraban la Eucaristía como Jesús les había mandado en la Última Cena.
*Escuchaban la enseñanza de los apóstoles.
*Vivían como hermanos y compartían todos los bienes con los pobres.
Los primeros cristianos eran gente sencilla y formaban comunidades que se reunían en casa de alguno de ellos en la clandestinidad.
En estas reuniones, rezaban, celebraban la Eucaristía y escuchaban la enseñanza de los apóstoles.
Entre ellos no había pobres, porque vivían como hermanos y entregaban todos sus bienes para ayudar a los necesitados.
Las persecuciones en Palestina
Los adversarios de Jesús no toleraban que aquel grupo de hombres y mujeres anunciasen su resurrección y afirmaran que era el Hijo de Dios.
Por esto persiguieron a la pequeña comunidad:
*Primero encerraron en la cárcel a Pedro y a Juan, los azotaron y prohibieron que predicasen a Jesús.
*Más tarde arrestaron a todos los apóstoles.
*Después apedrearon al diácono Esteban, que fue el primer mártir de la Iglesia.
Tras el martirio de Esteban, la comunidad de Pedro se dispersó, huyó de la persecución, y sus miembros predicaron en otros pueblos.
La expansión de la Iglesia
El cristianismo, gracias a la predicación de los apóstoles, en especial Pedro y Pablo, y algunos discípulos, crece y se difunde por las grandes capitales del Imperio, llega a Roma y a todos los pueblos, entre ellos, España.
Después del martirio de Esteban, muchos cristianos de Jerusalén, al ver que la persecución no cesaba, decidieron trasladarse a una ciudad más tranquila, lejos de la influencia judía. Escogieron Antioquia, una ciudad de Siria. Allí, Pedro y Pablo predicaron la fe cristiana a judíos y no judíos.
Los viajes de Pablo
En Antioquia, Pablo permaneció un año y los creyentes crecían de día en día. Aquí fue dónde se dio el nombre a los cristianos por primera vez.
Pablo visitó muchas naciones y muchas ciudades. En ellas predicaba el Evangelio y fundaba nuevas comunidades cristianas.
Pablo imponía a sus miembros la misión de presidir, predicar y celebrar. Eran los primeros obispos, sucesores de los apóstoles, y los presbíteros, colaboradores de los obispos.
Los cristianos en Roma
El cristianismo llegó muy pronto a Roma.
Pablo, tras recobrar la libertad, evangelizó a los romanos y, al poco tiempo, también el apóstol Pedro se trasladó a Roma, presidió a los cristianos y fue el primer Papa. Al final, Roma se convirtió en el centro de la Iglesia.
A pesar de las persecuciones, la vida de la Iglesia fue muy intensa. Se propagó por todo el imperio y durante los siglos II y III cabe destacar:
*Los escritos de los Padres apostólicos y los Padres de la Iglesia que orientaban a los cristianos a ser fieles al Evangelio. Sus autoridades destacaron por su sabiduría y su fe.
*La importancia de la Iglesia del norte de África, centrada en Cartago y la influencia que ésta ejerció en la Iglesia de la Península Ibérica.
El cristianismo en España
La fe cristiana fue introducida muy pronto en nuestro país gracias a comerciantes, viajeros, soldados... provenientes de Oriente, de Italia y del Norte de África.
Algunos documentos muy concretos nos dicen que:
*San Pablo expresa su deseo de predicar en España, en la Carta a los Romanos.
*En el 254, el obispo de Cartago, San Cipriano, escribe a los cristianos de Mérida y Astorga.
*Hacia el año 300 se celebró en Granada un concilio en el que estaban representadas 37 comunidades de toda la Península.
*Hubo numerosas mártires, como: San Vicente, Santa Eulalia, Santa Engracia.....
TEMA 2 (De la expansión a la persecución)
La Iglesia en la Edad Media y el fin de las persecuciones
El emperador Constantino promulgó un edicto que concedía a sus súbditos la libertad religiosa (Edicto de Milán en documento aparte). Es importante conocer este documento, para saber cómo Constantino no impone el cristianismo, sino que da la libertad religiosa a todas las confesiones, así pues, él mismo no se convertirá al cristianismo hasta el fin de su vida..
Los pueblos bárbaros se convirtieron al cristianismo y por esto la fe cristiana influyó en el nacimiento de Europa y su cultura.
La Europa cristiana se ve sacudida por la invasión musulmana, y se inicia una lucha entre la cristiandad y el Islam.
El imperio de occidente, con capital en Roma desaparece en el transcurso del siglo V como consecuencia de las invasiones germánicas y el Imperio de Oriente o Bizantino, con capital en Constantinopla, se convirtió en un imperio rico y próspero que duró hasta la invasión de los turcos en el siglo XV.
Las persecuciones oficiales del poder romano contra los cristianos se prolongaron hasta los inicios del siglo IV y aunque las persecuciones no fueron continuas y los creyentes gozaron de libertad y paz durante largos períodos, hasta el año 313 en que el emperador Constantino publicó el Edicto de Milán, los cristianos vivieron siempre atemorizados, temiendo por sus vidas (una de las mártires de ésta época es Eulalia de Mérida, cuya vida se encuentra en documento aparte).
Después, a partir del Edicto de Milán, la Iglesia pasó de ser perseguida a ser protegida por las autoridades romanas y con esto se promulgaron nuevas leyes que favorecían al cristianismo.
En el año 380, el emperador Teodosio el Grande, declaró el cristianismo como religión oficial. Estos hechos provocaron en la Iglesia y la sociedad consecuencias negativas y consecuencias positivas.
La conversión de los pueblos germánicos (siglos V-VII)
Al iniciarse el siglo V, los pueblos germánicos, llamados también bárbaros por su escasa cultura, invadieron gran parte del imperio Romano de Occidente al ser empujados por los hunos, un pueblo asiático y destructor. Los pueblos germánicos más importantes eran los francos, los visigodos y los vándalos.
Al principio los pueblos germánicos eran gente ruda y analfabeta, practicaban artes mágicas y brujería. De ahí que en muy poco tiempo, todos estos pueblos se hicieran cristianos.
La vida monástica
La vida monástica consistía en:
*Convivir en un mismo edificio
*Someterse a la obediencia de un superior elegido por ellos, llamado Abad que significa "padre de todos".
*Todo era de todos.
*Dedicaban su tiempo a la oración, al estudio y al trabajo, con el que se ganaban la vida.
Las personas que lo practican son los monjes y los edificios donde viven se llaman monasterios.
Europa cristiana (siglos VII-XV)
Los reinos cristianos de Europa no eran Estados tal como ahora nosotros los entendemos. Estaban formados por una multitud de señores que tenían el dominio de un territorio, y establecían pactos entre ellos y también con el rey. Eran los señores feudales.
Esta situación creó graves problemas a la Iglesia:
*Reyes y señores feudales construían Iglesias y monasterios, y elegían a personas, a veces indignas, para regirlos.
*Obispos y abades disponían de grandes posesiones y actuaban como señores feudales.
La Iglesia en la Edad Moderna (siglos XV-XVII)
La Iglesia inicia la Edad Moderna, consciente de la necesidad de reformarse profundamente.
La reforma luterana provoca la división de los cristianos. La Reforma católica renueva la Iglesia.
Es en esta época cuando el Evangelio de Jesús llega a todos los continentes.
Los intelectuales Europeos, querían saber todo lo que había hecho el ser humano en épocas anteriores y se iniciaron en la búsqueda del saber antiguo. De esta forma renacían las ideas y las costumbres del mundo griego y romano. Este movimiento se conoce como el renacimiento. Una de las características del Renacimiento es su interés por la persona.
Esta corriente de pensamiento centrada en el ser humano se llama humanismo.
Más tarde la Iglesia sufre muchas reformas.
La Reforma protestante (siglo XVI)
En la reforma protestante, existían una serie de doctrinas contrarias a la fe católica. Las más importantes son:
*Rechazaban la autoridad del Papa.
*Proponían la Iglesia nacional, es decir, propugnaba la autonomía de la Iglesia de cada nación, prescindiendo del Papa.
*Explicaban que, para salvarse, solo era necesaria la fe, y no influían las obras buenas que las personas podían hacer o no.
*Defendían la libre interpretación de la Biblia, prescindiendo de la tradición y el Magisterio de la Iglesia.
*Aceptaba sólo tres sacramentos: el Bautismo, la Eucaristía y el Perdón, pero con una interpretación diferente a la de la Iglesia.
Edicto de Milán de libertad para el cristianismo (año 313, promulgado por Licinio y Constantino)
El Edicto de Milán nos ha llegado por una carta que escribieron los Emperadores a los gobernadores provinciales.
Nos, los emperadores Constantino y Licinio, habiéndonos reunido felizmente en Milán, y puesto en orden las cosas que pertenecen al bien común y ala seguridad pública, juzgamos que, entre las cosas que han de beneficiar a todos los hombres, o que deben ser primero solucionadas, una de ellas es la observancia de la religión; debemos, por consiguiente, dar, así a los cristianos como a todos los otros, libre oportunidad para profesar la religión que cada uno desee para que por este medio, cualquiera que sea la divinidad entronizada en los cielos, pueda ser benigna y propicia con nosotros y con todos los que han sido puestos bajo nuestra autoridad. Por lo tanto, pensamos que la siguiente decisión está de acuerdo con una sana y verdadera razón: que nadie que haya aceptado la creencia cristiana o cualquiera otra que parezca ser la más conveniente para él, sea obligado a negar su convicción, para que así la Suprema Divinidad, cuyo culto observamos libremente, pueda asistirnos en todas las cosas con su deseado favor y benevolencia. Por cuyo motivo es necesario que V. E. sepa que es nuestra voluntad que todas las restricciones publicadas hasta ahora en relación a la secta de los cristianos, sean abolidas, y que cada uno de ellos que profese sinceramente la religión cristiana, trate con empeño en practicar sus preceptos sin temor o peligro. Creemos que debemos llamaros la atención sobre esto para que sepáis que hemos dado a los cristianos permiso libre e incondicional para que profesen su religión. Ahora que ya sabéis lo que les hemos otorgado, V E. también debe saber que por la conservación de la paz en nuestros días, hemos concedido a los otros el mismo derecho público y libre para practicar sus creencias o culto, para que de esta manera cada uno pueda tener libre ocasión para rendir adoración según su propio deseo. Hemos obrado así para que no parezca que favorecemos a una religión más que a otra. Además, hemos decidido decretar lo siguiente en relación a los cristianos: si los lugares en los cuales acostumbraban a reunirse en tiempos pasados (sobre los cuales ya hemos dado en otras circulares reglas definitivas en cuanto al modo de proceder para que os sirvan de guía) han sido adquiridos en cualquier otro tiempo por nuestro tesoro o por persona privada, que dichas personas se muestren dispuestas, sin ambigüedades o de mala gana, a devolverlos a los cristianos sin esperar recompensa pecuniaria o por un precio. Igualmente, los que hayan adquirido, en calidad de regalo, propiedad de esa naturaleza, que la tornen a los cristianos. Si los que han comprado tal propiedad o la han recibido como presente, quieren ser compensados por nuestra benevolencia, que vayan al vicario, el cual presentará el caso a nuestra clemencia. Habéis de considerar como vuestro deber el que todas estas cosas sean entregadas, por vuestra intervención, a la comunidad cristiana inmediatamente y sin demora alguna. Y puesto que es de conocimiento público que los dichos cristianos han poseído no solo esos lugares donde tenían la obligación de congregarse, sino también otros que pertenecían a la ley de su cuerpo, es decir, de las iglesias, no de personas privadas, mandaréis, de acuerdo con la ley que hemos descrito, la devolución de todas esas posesiones a los dichos cristianos, es decir, a sus cuerpos y asambleas, sin dudar y sin porfiar. Se ha de tener en cuenta nuestra declaración anterior de que los que devuelvan estos bienes sin ponerles un precio, pueden esperar, según hemos dicho, alguna compensación de nuestra benevolencia. Debéis mostrar suma diligencia en este asunto tocante al dicho cuerpo cristiano, para que nuestro edicto se lleve a la práctica con toda celeridad, en el cual también se han tenido en cuenta por nuestra clemencia los intereses de la tranquilidad pública. Que todo esto se cumpla para que, según ya hemos mencionado antes, el favor divino, cuya presencia hemos experimentado en tantas ocasiones, continúe bendiciendo siempre a nuestros sucesores con bienestar público. Para que lo dispuesto por esta nuestra perpetua benevolencia pueda llegar a conocimiento de todos, sería conveniente que hicieras llegar a todas partes y pusieras a la consideración de todos estos puntos, para que así el decreto de nuestra benevolencia no sea ignorado.
Biografía de Eulalia de Mérida
Nació en Emerita Augusta en el año 290. Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo, y mandándoles que debían adorar a los ídolos paganos. La niña sintió un gran disgusto por estas leyes tan injustas y se propuso protestar entre los delegados del gobierno.
Viendo su madre que la joven podía correr algún peligro de muerte si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes, se la llevó a vivir al campo, pero ella se vino de allá y llegó a la ciudad de Mérida.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían a Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.
Daciano intentó al principio ofrecer regalos y hacer promesas de ayudas a la niña para que cambiara de opinión, pero al ver que ella seguía fuertemente convencida de sus ideas cristianas, le mostró todos los instrumentos de tortura con los cuales le podían hacer padecer horriblemente si no obedecía a la ley del emperador que mandaba adorar ídolos y prohibía adorar a Jesucristo. Y le dijo: "De todos estos sufrimientos te vas a librar si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en los altares de ellos". La jovencita lanzó lejos el pan, echó por el suelo el incienso y le dijo valientemente: "Al sólo Dios del cielo adoro; a El únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más".
Entonces el juez pagano mandó que la destrozaran golpeándola con varillas de hierro y que sobre sus heridas colocaran antorchas encendidas. La hermosa cabellera de Eulalia se incendió y la jovencita murió quemada y ahogada por el humo.
Dice el poeta Prudencio que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo, y que los verdugos salieron huyendo, llenos de pavor y de remordimiento por haber matado a una criatura inocente. La nieve cubrió el cadáver y el suelo de los alrededores, hasta que varios días después llegaron unos cristianos y le dieron honrosa sepultura al cuerpo de la joven mártir. Allí en el sitio de su sepultura se levantó un templo de honor de Santa Eulalia, y dice el poeta que él mismo vio que a ese templo llegaban muchos peregrinos a orar ante los restos de tan valiente joven y a conseguir por medio de ella muy notables favores de Dios.
El culto de Santa Eulalia se hizo tan popular que hasta el gran San Agustín hizo sermones en honor de esta joven santa. Y en la muy antigua lista de mártires de la Iglesia Católica, llamada "Martirologio romano", hay esta frase: "el 10 de diciembre, se conmemora a Santa Eulalia, mártir de España, muerta por proclamar su fe en Jesucristo".
Así narra los martirios de Eulalia de Mérida, el poeta Prudencio (S. IV)
’’De madrugada, antes de la salida del sol, llegó a la ciudad, y, valerosa, se presentó ante el tribunal, en medio de cuyos lictores vociferó a los magistrados: "Decidme, ¿qué furia es esa que os mueve a hacer perder las almas, a adorar a los ídolos y negar al Dios criador de todas las cosas? Si buscáis cristianos, aquí me tenéis a mí: soy enemiga de vuestros dioses y estoy dispuesta a pisotearlos; con la boca y el corazón confieso al Dios verdadero. Isis, Apolo, Venus y aun el mismo Maximiliano son nada: aquéllos porque son obra de la mano de los hombres, éste porque adora a cosas hechas con las manos. No te detengas, pues, sayón; quema, corta, divide estos mis miembros; es cosa fácil romper un vaso frágil, pero mi alma no morirá, por más acerbo que sea el dolor",
Airado sobremanera el pretor al oír tales requerimientos, ordenó furioso: "Lictor, apresa esta temeraria y cúbrela de suplicios para que así sepa que hay dioses patrios y que no es cosa baladí la autoridad del que manda", Pero inmediatamente, como volviendo sobre sí, dijo el pretor a Eulalia: "Mas, antes de que mueras, atrevida rapazuela, quiero convencerte de tu locura en lo que me es posible. Mira cuántos goces puedes disfrutar, qué honor puedes recibir de un matrimonio digno. Tu casa, deshecha en lágrimas, te reclama: gimiendo estará la angustiada nobleza de tus padres, puesto que vas a caer, tan tiernecita, en vísperas de esponsales y de bodas. ¿O es que no te importan las pompas doradas de un lecho ni el venerable amor de tus ancianos padres, a quienes con tu obstinada temeridad vas a quitar la vida? Mira, ahí están preparados los instrumentos del suplicio: o te cortarán la cabeza con la espada, o te despedazarán las fieras, o se te echará al fuego, y los tuyos te llorarán con grandes lamentos, mientras tú te revolverás entre tus propias cenizas. ¿Qué te cuesta, di, evitar todo esto? Con que toques tan sólo con la punta de tus dedos un poco de sal y un poquito de incienso, quedarás perdonada".
Pero Eulalia nada respondió, sino que, arrebatada de indignación, escupió al rostro del pretor, arrojó al suelo los ídolos que tenía delante de sí, y de un puntapié echó a rodar la torta sacrifical puesta sobre los incensarios.
Inmediatamente dos verdugos se aprestaron a desgarrar sus tiernos pechos y los garfios abrieron sus virginales costados hasta llegar a los huesos, mientras Eulalia tranquilamente contaba sus heridas.
Al contemplar aquella carnicería, Eulalia decía al Señor sin lágrimas ni sollozos: "He aquí que escriben tu nombre en mi cuerpo. ¡Cuán agradable es leer estas letras, que señalan, oh Cristo, tus victorias! La misma púrpura de mi sangre exprimida habla de tu santo nombre".
Y tan abstraída estaba la mártir en su oración, que el dolor atroz que debían causarle aquellos tormentos pasaba totalmente desapercibido, a pesar de que sus miembros, regados con tierna sangre, bañaban de continuo la piel con nuevos borboteos calientes.
Ante aquella intrepidez, los esbirros se dispusieron a aplicarla el último tormento; mas no se contentaron con propinarla azotes que la desgarraran fieramente la piel, que sería poco, sino que la aplicaron por todas partes, al estómago, a los flancos, hachones encendidos. Pero, así que la perfumada cabellera que se deslizaba ondulante por el cuello y se desparramaba suelta por los hombros para cubrir la pudibunda castidad y la gracia virginal de la mártir tocó el chisporroteo de las teas, la llama crepitante voló sobre su rostro, nutriéndose con la abundante cabellera, y la envolvió por completo. Y la virgen, deseosa de morir, se inclinó hacia la llamarada y la sorbió con su boca,
Y, ¡oh maravilla!, he aquí que de su boca salió, rauda, una paloma más blanca que la nieve, que, hendiendo el espacio, tomó el camino de las estrellas: era el alma de Eulalia, blanca y dulce como la leche, ágil e incontaminada. Así lo vieron estupefactos y dieron de ello testimonio el verdugo y el mismo lictor al huir aterrorizados y arrepentidos. La Virgen torció delicadamente el cuello a la salida del alma; apagóse el fuego de la hoguera, y, por fin. quedaron en paz los restos exánimes de la mártir. Todo esto acaeció un día 10 de diciembre.
El cielo cuidó en seguida de velar por el tierno cuerpo de aquella virgen y rendirle las debidas honras fúnebres, porque al punto cayó una nevada que cubrió el foro, y en él el cuerpecito de Eulalia, que yacía abandonado en la helada intemperie como para protegerlo con una grácil mantilla blanca.
Tal es la primorosa descripción que nos dejó Prudencio del martirio de Eulalia de Mérida, en admirable coincidencia con las actas que sobre estas mismas hazañas escribiera un testimonio ocular. ¡Cuán distinto es el sabor y cuán lejos de la realidad histórica están otras "vidas" de la Santa emeritense!
Sigilosamente se aprestarían los cristianos de Mérida a rescatar las preciosas reliquias de aquella intrépida niña que con su muerte acababa de dar tan espléndido testimonio de la fe. Embalsamarían delicadamente su cuerpo y le darían sepultura precisamente en aquel mismo lugar donde pasada la tremenda borrasca de la persecución, se levantó una espléndida basílica, cuyo mármol bruñido -según testimonio de Prudencio, que la vio- iluminaba con cegadores resplandores sus atrios, donde los resplandecientes techos brillaba,n con áureos artesonados y los pavimentos de mármol jaspeados daban al peregrino la sensación de pasear en un prado en que se entremezclaban y combinaban las rosas con las demás flores. Y con un lirismo exultante termina el poeta su descripción: "Fuera las lágrimas dulzonas y melindrosas... Cortad, vírgenes y donceles, purpúreas amapolas, segad los encendidos azafranes: no carece de ellos el invierno fecundo, pues el aura tépida despierta los campos para llenar de flores los canastillos. Ofreced, ¡oh jóvenes!, estos presentes, que yo, en medio del corro también quiero llevar una corona en estrofas de poesía, vil y ajada, pero alegre y festiva. Así conviene venerar los huesos que yacen bajo el altar; ella mientras tanto, a los pies de Dios, ve todo esto e intercede, benévola, por nosotros".
Himno a Santa Eulalia
Gloria y Honor a la mártir de Cristo
Que en la arena luchando valiente,
Esmaltó con su sangre inocente
de pureza el virgíneo cendal:
Hoy ostenta vibrante la palma
Que en el cielo su triunfo pregona,
Mientras Cristo su frente corona
Con la gloria del lauro inmortal.
Pura azucena, morado lirio,
Rosa fragante; flor de martirio;
Flor que embalsamas de auras de cielo
Nuestros hogares: Cuando tu velo
Como paloma posaste aquí,
Tú ser quisiste desde ese día,
Amparo siempre, consuelo y guía,
del que en sus penas se acoge a ti.
Tú nos bendices desde la altura
Donde en tu ermita, radiante y pura,
Luce tu imagen como la aurora,
Mirando a un pueblo que canta y ora
E implora siempre tu protección:
Que allí tu trono fijar Dios quiso
Como trasunto del Paraíso,
Como promesa de bendición.
Martir de Cristo, Virgen Sagrada,
A quien Dios hizo nuestra abogada:
Por ti alentados, la vida entera
Seguir queremos nuestra carrera
Bajo tu sombra; y en tu loor
Cantar fervientes himnos de gloria,
Como trofeo de tu victoria,
Como tributo de nuestro amor.
0 comentarios