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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

Aquel Simca

Aquel Simca

No hacia especialmente frío aquella tarde, pero se presentaba como una más de un invierno que esta dejándose notar por lo que es. La sesión de barrio sésamo empezó como estaba previsto, a su hora. Pronto comprendió Espinete que Chema, el panadero, no estaba metido en aquel embrollo que se cocía lejos de la mirada de Don Pimpon. Nunca he podido entender qué magia tenía aquel puercoespín y aquel viejo salido de los cuentos de terror, pero me cautivaban todas aquellas historias. La tarde se presentaba como una más, no parecía que nada fuese a ser diferente de la anterior, la tele, el brasero, el bocata de nocilla, y como no, las discusiones intergeneracionales del día a día.

Me gustaba asomar la cabeza de vez en cuando por la ventana, comprobar que el objeto de mi deseo seguía allí, inmóvil y brillante. Aquel Sinca 1000 salido de las entrañas de cualquier sueño parecía gritarme desde el suelo: tranquilo, pronto seré tuyo. Una visita rompió mi "espinetada vespertina". Era mi padre quien hablaba en la cocina con mi hermana, intentaba explicarle algo que yo no conseguía entender. A mi hermana pareció no importarle para nada, como a quien le regalan algo superior y se despreocupa de lo inferior. No podía entender lo que estaba oyendo: el motivo de mi sueño pronto desaparecía. Se había decidido vender el Sinca. ¿Por qué? Me pregunté angustiado. ¿Es que no saben que será mío algún día?. No tardó mucho en hacerse realidad mi peor presagio, aquella misma noche desapareció. Resulta curioso, pero recuerdo mirarlo con tristeza, como si fuese un ser humano. Recuerdo sentir tristeza. Al día siguiente ni tan siquiera la nueva aventura de Espinete pudo llevar mi mente al olvido del Sinca. Cuando todo parecía perdido, apareció él: el fort Scort; su belleza eclipsó mi mirada. Su rugido cautivó mis oídos. Su brillo hizo despertar de nuevo mis sueños mientras mis ojos se centraban el aquella nueva aventura de Espinete.

Tiempo después comprendí como  nos aferramos al pasado, como en ocasiones, si permanecemos anclados al pasado, no podemos vivir el presente y mucho menos proyectar el futuro. Aquel Sinca era pasado, el Scort era presente, pero el futuro sería siempre incierto. Hoy día, aún veo de vez en cuando aquel Sinca por mi pueblo; entonces recuerdo que quien se ancla en el pasado, no deja lugar al futuro. Hoy día me gusta verlo, pero no lo compraría porque lo pasado, pasado está.

 

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