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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

Carta del obispo de Sigüenza-Guadalajara sobre la clase de Religión Católica

Carta del obispo de Sigüenza-Guadalajara sobre la clase de Religión Católica

Monseñor José Sánchez González manifiesta una vez más su preocupación por el descenso en el número de alumnos, cuyos padres o ellos mismos solicitan Enseñanza de Religión Católica. En algunos Institutos el descenso es alarmante y, de continuar así, desaparecerá en ellos la Asignatura de Religión y Moral Católica. Asimismo  urge  a la responsabilidad y a la obligación moral de padres y alumnos de formarse en su fe, en el conocimiento de sus obligaciones para con Dios, con ellos mismos y para con los demás, de conocer la historia de su Religión, de su Iglesia, de su culto, de sus preceptos y derechos, de su compromiso como creyentes, de sus relaciones con otras creencias y religiones. Este es el texto íntegro de la carta de monseñor Sánchez:

Queridos diocesanos: Con el mes de septiembre comienza también para muchos – escolares y otras muchas personas, organizaciones e instituciones el nuevo curso 2010-2011.
Limitándonos hoy a los alumnos en los colegios de educación infantil, secundaria e Institutos, quiero manifestar una vez más mi preocupación por el descenso en el número de alumnos, cuyos padres o ellos mismos solicitan Enseñanza de Religión Católica. En algunos Institutos el descenso es alarmante y, de continuar así, desaparecerá en ellos la Asignatura de Religión y Moral Católica.
Quiero volver a insistir una vez más en la responsabilidad y en la obligación moral de padres y alumnos de formarse en su fe, en el conocimiento de sus obligaciones para con Dios, con ellos mismos y para con los demás, de conocer la historia de su Religión, de su Iglesia, de su culto, de sus preceptos y derechos, de su compromiso como creyentes, de sus relaciones con otras creencias y religiones.
Es cierto que las leyes civiles que en la actualidad regulan el derecho de los alumnos a recibir en los centros, tanto de titularidad estatal como de iniciativa social o de la Iglesia, no favorecen, menos aún estimulan a los alumnos a solicitar la asignatura de Religión y Moral Católica. Han dejado esta importante asignatura prácticamente sin valor académico, confrontada, además, con la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que ésa sí que es obligatoria; incluso favoreciendo o propiciando que los que no soliciten Religión Católica tengan entretenimientos más placenteros o nada. Pero eso no es disculpa. Hoy ya sabemos lo que podemos esperar del Estado y en concreto, del actual Gobierno o de algunos actuales Gobiernos autonómicos. Pero en otros lugares están peor y los padres asumen, por lo mismo, una mayor responsabilidad en la educación de sus hijos en su religión o creencias.
La causa primera y principal no es precisamente la actual legislación en relación con la importante asignatura de religión, sino la falta de interés, la comodidad, la adaptación al ambiente, cuando no la irresponsabilidad de muchos padres y alumnos, que anteponen otros intereses, cuando no la comodidad a una buena formación cristiana.
Cuando los padres tienen interés por la formación y educación cristiana de sus hijos, suplen los posibles fallos de la escuela, con la educación, el ejemplo y la vida cristiana en casa y en la comunidad de fe o parroquia. Lo más grave es cuando fallan los tres agentes de la formación en la fe y de la vida cristiana – familia, parroquia y escuela – y se crean unas carencias difícilmente recuperables en un aspecto tan importante de la persona y en una edad determinante u ocupan este vacío otros agentes de formación o el ambiente de la calle.
Por todo ello, hago una apremiante llamada a los alumnos y padres católicos a que se tomen muy en serio su responsabilidad y su obligación de recibir en la escuela una adecuada formación religiosa a la par que adquieren otros conocimiento y van progresando en su educación. Como la Enseñanza de Religión en la Escuela, en el mejor de los casos, es insuficiente, pues no cubre todos los aspectos de la formación y de la práctica cristiana, ha de completarse esta formación con la educación y la vida cristiana en la familia y en la parroquia.

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