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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

¿Filosofía?

Pensamientos sobre Ciencia y folosofía

Pensamientos sobre Ciencia y folosofía

La ciencia, está basada en la comprobación, es decir, en la experiencia; es por ello que la ciencia tan sólo aspira a explicar una parte de la realidad, y siempre buscando el “conocer” por aplicar; en cambio, la filosofía tiene como fin conocer por conocer e intenta explicar el “todo” en su globalidad.

            Si hablamos de lenguaje científico y filosófico, también existe una diferencia evidente, el lenguaje científico está legitimado por la experiencia, pero no es necesario, pues sin ciencia el hombre sigue siendo hombre; en cambio, la filosofía y el lenguaje filosófico, son necesarios, pues sin filosofía no habría hombre ni mundo, aunque hay que apuntar que éste lenguaje, ni está legitimado, ni es legitimador y no es un lenguaje que se legitime a sí mismo, como lo puede ser el religioso.

            El hombre no es hombre mientras no se pregunta por sí mismo, y esto es hacer filosofía.

            Dentro de la filosofía, desde su comienzo en el siglo VII a. c. con Tales de Mileto, a través de sus etapas históricas y hasta nuestros días, hay que distinguir dos partes muy importantes: el período metafísico, que a su vez se divide en diversos autores; y el período posmetafísico, dividido en dos subperíodos, el crítico y el lingüístico; luego, dentro de la etapa de la Filosofía Moderna, podemos también distinguir varias ramas, el racionalismo, con Descartes entre otros, el empirismo con Locke y el criticismo, dentro de la Ilustración con Kant, Schopenhauer y Nietzsche.

            Ciencia y filosofía, se podría hasta cierto punto decir que son complementarias, por lo menos la filosofía de la ciencia, pues no olvidemos que no corresponde a la ciencia decir lo que es la ciencia, sino que esto es tarea de la filosofía, esto recibe varios nombres, filosofía de la ciencia, epistemología, etc.

            Al igual que cuando hablamos de filosofía, hacemos distinciones, con la ciencia ocurre lo mismo o parecido, pues dentro de la ciencia, hemos de hablar de métodos o formas de la misma, como pueden ser el método hipotético-deductivo, en el cual nunca existe una hipótesis absoluta, el método inductivo y el método deductivo; común es en ellos la experimentación y la comprobación a base de hipótesis que intenten considerar el mayor número de casos posibles; pero evidentemente siempre hay alguno que “escapa” a la razón, es por ello por lo que anteriormente afirmaba que no existe una hipótesis absoluta.

            Decíamos que la ciencia no es necesaria, pero dentro del lenguaje científico hay proposiciones necesarias y no contingentes, proposiciones analíticas (cuando el predicado está incluido en el sujeto) y proposiciones sintéticas.

            Acabare hablando brevemente de una coincidencia entre ciencia y filosofía importante: ambas no están “terminadas”. Y otra diferencia: si la ciencia por lógica es lo que hacen los científicos y sólo ellos, la filosofía está hecha por los filósofos y toda aquella persona dotada de razón, pues la filosofía nace por la razón del hombre rebelde contra su naturaleza, en el mismo momento que el primer hombre enterró a su primer muerto, considerando así que algo había en su semejante de sagrado y, como hubiese sido “lógico”, no dejando su cadáver a la intemperie sin darle mayor importancia que algo inerte, como hacía con los animales muertos…

Aprendamos de Séneca, nos iría mejor

Aprendamos de Séneca, nos iría mejor

¿Por qué el filósofo Séneca no contaba la riqueza como un bien?

¿Pues entonces?. Oíd por qué no las cuento entre los bienes, y en qué difiere mi actitud ante ellas de la vuestra, ya que estamos de acuerdo unos y otros en que se deben poseer. Ponme en la casa más opulenta, ponme donde usen profusamente el oro y la plata: no me admiraré por estas cosas, que, aún cuando estén en mi casa, están sin embargo fuera de mí. Trasládame al puente Sublicio y arrójame entre los indigentes: no me despreciaré por estar sentado entre la multitud de los que tienden la mano pidiendo limosna; pues ¿qué importa que le falte un pedazo de pan a quien no le falta la posibilidad de morir?. ¿En resumen?. Aquella casa espléndida la prefiero al puente. Ponme en el medio de un mobiliario suntuoso y un lujo refinado: no me creeré en modo alguno, más feliz por tener un manto suave, por extender tapices purpúreos en mis festines. No seré en nada más desgraciado si mi cerviz cansada reposa en un puñado de heno, si me acuesto sobre borra de circo que se sale por los remiendos de una tela vieja. ¿Qué quiere decir esto?. Prefiero mostrar el alma que tengo vestido con la pretexta y bien abrigado, mejor que con los hombros desnudos o medio cubiertos. Que todos mis días pasen según mis deseos, que nuevas felicitaciones se añadan a las anteriores, no me complaceré por ello. Cambia en adversidad estos favores del tiempo: que el ánimo sea acosado por todas partes con daños, lutos, acometidas diversas; que ni una sola hora esté sin motivo de queja: no por eso maldeciré ningún día: pues he tomado mis medidas para que ningún día sea nefasto para mí. ¿Entonces?. Prefiero moderar mis alegrías a reprimir mis dolores. El gran Sócrates te lo dirá: "Hazme vencedor de todas las naciones; que el carro voluptuoso de Baco me lleve triunfador desde el Oriente hasta Tebas; que los reyes de los persas me pidan leyes: cuando más pensaré que soy hombre es cuando sea saludado por todas partes como dios. Haz que suceda inmediatamente a tan sublime elevación un cambio brusco: que sea llevado a unas andas extranjeras para adornar el cortejo de un vencedor soberbio y feroz; no me humillará más ser conducido bajo un carro ajeno que ir de pie en el mío". ¿Pues entonces?. Prefiero ser vencedor a ser cautivo. Despreciaré todo el imperio de la fortuna, pero si se me da la elección tomaré lo mejor de él. Todo lo que me ocurra resultará bueno, pero prefiero que acontezcan las cosas más fáciles y agradables y menos molestas para el que tiene que habérselas con ellas. Pues no creas que hay ninguna virtud sin trabajo, pero algunas virtudes necesitan estímulos, otras frenos. Así como el cuerpo debe ser retenido en un descenso y ser impulsado cuesta arriba, algunas virtudes están en una pendiente, otras al pie de una cuesta. ¿Hay quien dude que suben, se esfuerzan, luchan la paciencia, la fortaleza, la perseverancia y todas las demás virtudes que se oponen a las adversidades y vencen a la fortuna?. ¿Y no es igualmente evidente que siguen una pendiente la liberalidad, la templanza, la mansedumbre?. En éstas retenemos el alma, para que no resbale; en aquéllas la exhortamos y la incitamos enérgicamente. Por tanto, aplicaremos a la pobreza las más fuertes, que saben luchar; a las riquezas, las más cuidadosas, que andan de puntillas y mantienen su equilibrio.

Dilema ético para la clase de filosofia

1. Mira con atención el vídeo.

2. Contesta por escrito en tu cuaderno a las siguientes preguntas:

2.1. Sólo se trata de un examen ¿Es correcto lo que piensa hacer Pedro, teniendo en cuenta lo que ocurrirá si no aprueba el examen? ¿Por qué?

2.2. ¿Debe Juan proteger a Pedro? ¿Por qué?

2.3. El profesor sabe que Pedro está condicionado por su permanencia en el centro y piensa que ha estudiado. También piensa que es Juan que es Juan quien se ha copiado de Pedro. ¿Debe Juan decir la verdad para no suspender? ¿por qué?. ¿Debe Pedro decir la verdad? ¿por qué?.

2.4. ¿Qué primaría para tï, la amistad o la honestidad? ¿Por qué?

 

 

Sobre la posibilidad de la realidad

Sobre la posibilidad de la realidad

 

         ¿Donde realmente se encuentra el significado de la realidad? Sin duda alguna se trata de una búsqueda compleja, partiendo de que no todos percibimos la realidad como igualmente real, es decir, lo que para mi puede ser una realidad absoluta, puede que para un observador distinto no pase de ser una mera ilusión. La búsqueda de la realidad pasa, a mi entender, por la búsqueda de una verdad que podemos llamar objetiva, pero objetiva no significaría aquí real, sino una verdad de consenso. De donde nos surgirá el siguiente problema: ¿si es una verdad de consenso, es una verdad absoluta?.

           La respuesta es evidente y clara, el consenso no implica lo absoluto en sí mismo, sino que tal pertenencia de absoluto lo será solo en tanto que una serie de sujetos lo aceptan como tal y, consiguientemente, fuera de ese estatuto de sujetos, tal verdad pasará a ser de nuevo una verdad totalmente subjetiva y carente de validez. Sorprende como en la historia, este concepto de verdad ha posibilitado la aparición de totalitarismos políticos; entre otras grandes barbaries recordemos como claro ejemplo de ello que ésta interpretación de la verdad legitima al llamado dictador, el cual buscando (posiblemente) el bien social, se olvida de que el bien que busca lo busca desde sus propios conceptos de bien y de validez, en su ayuda vienen aquellos que, en propio interés, reconocen la verdad del dictador como válida y absoluta, como camino posible para un bien u orden social; en definitiva, como un medio de dominio de masas que posibilite un estado aparentemente regulado. En conexión con la historia,  podemos encontrar en este marco de referencia a personajes como Franco, Mussolini, Stalin, y un largo etcétera de modelos que, partiendo de ésta concepción, han impuesto regímenes puramente absolutistas a sus pueblos; y si claro es el ejemplo de estos personajes, mayor pavor produce pensar en Hitler, quien además de lo antes expuesto, es capaz de convencer a casi toda una nación para probar que su verdad es la absoluta, pues no olvidemos que su llegada al poder se produce mediante las urnas y que, por consiguiente, un régimen democrático trajo como consecuencia al mayor sanguinario de la historia. A lo largo del devenir de los tiempos son muchos los filósofos y pensadores que se han embarcado en esta búsqueda. Muchos creen haber llegado a su resolución, pero siempre desde sus propias premisas y nunca desde premisas absolutas. Por otro lado, otros han buscado esa verdad absoluta en la religión, considerando que los dogmas dan validez de absoluto. Desde la filosofía, no son pocos los autores que han puesto el punto de mira en el llamado "a priori" o en el "a posteriori", para poder atisbar la verdad en el conocimiento desde uno u otro objetivo de miras.

            Así, nos encontramos con Kant, quien nos hablará del hombre como el protagonista del acto del conocimiento y, proponiendo el idealismo trascendental como posibilidad válida de conocimiento de la realidad; aunque no llegamos a comprender si con esa realidad se nos viene dada la verdad en sí misma. Otros autores más modernos, como Rorty, nos hablan de la necesidad de la verdad como consenso, olvidando los riesgos antes expuestos que ello supone. Igualmente no faltarán los pensadores que, de forma directa, nieguen la posibilidad del conocimiento de la verdad, dejando al hombre a la deriva en un sin sentido de la existencia.

            Por otro lado, llegaran los políticos, quienes desde erróneas convicciones de creerse en la verdad absoluta, mutilarán la posibilidad de la libertad en las sociedades supuestamente democráticas. Es más, los errores surgidos de la confusión en la búsqueda de la verdad tienen como consecuencia política la errónea concepción de la democracia como un sistema de gobierno en el que la suma de minorías ideológicas presupone una mayoría democrática. Y digo error porque en el concepto mismo de democracia se ha de incluir la búsqueda del bien común, y nunca la imposición de un anhelo ideológico minoritario a la mayoría. Una vez más, la raíz del problema la encontramos en la falsa creencia de la posesión de la verdad absoluta, bien por parte de un sujeto, bien por parte de un conjunto de la misma calaña.

            ¿Y las religiones? Ellas también se creen en la posesión de esa verdad absoluta que nos ocupa. Pero existe una gran diferencia entre aquellas religiones que buscan ofrecer la Verdad descubierta como medio de consecución de la felicidad y sentido último de la existencia del ser humano, y aquellas otras que desean la imposición de su creencia como una necesidad imperante. En el fondo, todo nos indica lo terrible de la religión cuando, llevada de ideología o de intransigencia, se convierte en azote de infieles o pecadores, creyendo además, que hacen un favor al Ser oprimido por el error, porque le conducen, aún involuntariamente, al conocimiento de su verdad elevada a lo absoluto.

            Hemos partido de la posibilidad de la realidad, a la búsqueda de la verdad. Es posible que uno de los sabios más importantes de la historia fuese un gran desconocido: Poncio Pilato, aquel que pudo preguntar con verdadero interés: Qui veritas est?.

            En este breve recorrido, y puede que absurdo, yo me quedo con una verdad, la única cuya presencia es intrahistórica, la que se personifica en la figura de Jesús de Nazaret. Él es el único que se atreve a decir: yo soy la Verdad, el camino y la Vida y a morir por ello. Nadie da su vida por algo de lo que no está plenamente convencido. El único capaz de unir estos tres conceptos en una realidad que se ofrece y que no se impone: él mismo.

            Si la realidad pasa por la verdad y él dice "yo soy la Verdad", tiene sentido la teología cristiana según la cual, donde hay realidad allí está Cristo; es decir, donde hay realidad allí está la Verdad. Como argumento añadido, podremos indicar que en Cristo, toda realidad que conlleva el mal queda desterrada, y se ofrece como camino sólo la realidad que produce el bien desde el concepto de Amor o Caritas, lo cual implica la búsqueda del bien común sin exclusión.

            En el fondo, se trata de una confesión, nunca de una prueba científica, pues también podría surgir la pregunta: ¿Tiene realmente significado la realidad?

 

Sobre la posibilidad de la metafísica en Kant

Sobre la posibilidad de la metafísica en Kant

 

Análisis del texto: Crítica de Razón pura, prólogo segunda edición, de B XIV, línea 8, a B XVII, línea 2 (trad. P. Ribas, Madrid, Alfaguara, 1988, pp. 19-20.

En este texto, Kant analiza la metafísica, y la fundamentación que de ésta se puede hacer. Afirma que la metafísica, a pesar de ser la base de todas las ciencias, y de ser la primera en aparecer, y la última que se perdería, no se puede fundamentar y demostrar con los métodos racionales de los que dispone la ciencia.  Todas las demostraciones metafísicas deben hacerse a priori, y por tanto, pueden ser erróneas. Para salvaguardar este problema, invierte la situación: hace que los objetos se adapten al sujeto, es decir, la realidad se adapta al hombre. Para Kant el hombre es el polo positivo del acto de conocer ya que conocemos el mundo solo a través de las estructuras de nuestros sentidos e inteligencia. El mundo en sí (noumeno) es algo externo a nosotros y en el momento en que lo conocemos y lo introducimos en nuestra mente lo hacemos a través de nuestro matiz personal, que nos permite construir esos datos en una imagen interpretable por nuestra mente (fenómeno). Es imposible saber cómo será el mundo en sí mismo sin mente que lo conozca pues en el momento en que supiésemos como es el mundo en sí lo estaríamos sabiendo en nuestra mente y ya no sería el mundo en sí mismo sino el mundo tal y como nosotros lo estuviésemos conociendo.

El hombre, por lo tanto, al conocer conoce el mundo a través de sus propias estructuras mentales que configuran los datos que nos llegan del mundo exterior. El hombre no es un mero receptor sino también un constructor de las imágenes que aparecen en su mente: un objeto en sí es incognoscible, pero cuando nuestra mente reconfigura esos datos a través de nuestras estructuras ese objeto adquiere entidad y es conocido. La ciencia no es conocimiento del mundo en sí sino del mundo tal y como aparece en nuestra mente.

El texto propuesto forma parte de la obra Crítica de la razón pura, la obras más importante de Kant, en la que analiza la naturaleza, la función y los límites de la razón humana. El problema que plantea al inicio del texto es el de la fundamentación racional de la metafísica. Ésta, a pesar de ser la madre de todas las ciencias, y de ser la más antigua y la única que sobreviviría si las demás dejaran de existir, posee muchas dificultades para ser demostrada con métodos racionales y objetivos, como los que disponen las ciencias naturales o las matemáticas. Para él,  la metafísica se basa en conceptos a priori, sin validez universal, y obtenidos a base de simples conceptos y buscando a tientas. Por tanto, no se puede considerar como conocimiento válido.

El autor llega a la conclusión de que los intentos de fundamentar el conocimiento metafísico han fracasado, y propone lo que se conoce como el giro copernicano de la filosofía: en vez de imponer el objeto al sujeto, es ahora el sujeto el que se impone al objeto; la realidad se adapta al hombre y a su forma de conocer. Esta idea es la que se conoce como el idealismo trascendental, y constituye la síntesis entre racionalismo y empirismo.

Llega a la conclusión de que los objetos, es decir, la experiencia, poseen unas reglas a priori que si podemos conocer antes de conocer el objeto, y que se adaptan a todos los objetos de la naturaleza.

Según Kant su teoría del conocimiento supone un giro copernicano de la teoría del conocimiento  anterior a él. De igual modo que Copérnico colocó al Sol en lugar de la Tierra como centro del universo la teoría kantiana sitúa al sujeto que conoce como centro del acto de conocer en vez de al objeto. A partir de Kant el hombre (sujeto) ocupará un lugar activo y central en las especulaciones sobre el acto de conocer.