Blogia
No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

¿Estás preparado...?

¿Estás preparado...?

 

Y ahora llegarán las críticas. No importa, porque en esta vida lo bueno es poder acostarte todas las noches, sabiendo que has hecho lo que creías que debías de hacer. El otro día alguien me dijo: ¿tú sabes lo que se te viene encima?; mi primera reacción fue la sorpresa, pues no sabía a lo que se refería; mi segunda reacción la risa, al saber que se estaba refiriendo a las seguras críticas por parte de la gente; que por lo general serán aquellos que apenas me conocen, que no saben ni que cara tengo, que me odian por Dios sabe qué, o que se pasan su vida alardeando de falsa modernidad, o que van de “buenos”… (¿cómo me va importar lo que piensen esos?)

No miento si digo que nunca me han importado, NUNCA. Me ha importado la mentira y la falacia, las falsas acusaciones por ser eso, falsas. Resulta sorprendente como tememos a ser felices cuando vivimos de lo que los demás puedan pensar de nosotros. Pero más sorprendente resulta ver como una persona puede pasar de ser “estupenda y buena” un día, para convertirse en “mala y motivo de escándalo” al día siguiente, tan solo por intentar vivir su vida con coherencia.

Durante estos años no he intentado hacer daño a nadie, o por lo menos intencionadamente, es más, me queda la satisfacción de saber que he intentado estar para los que me necesitaban y cuando me necesitaban. Seguro que me he equivocado muchas veces, pero nunca de forma intencionada. He procurado amar a los demás como Dios, en quien creía y creo, me ama a mí, esto es: intentando entenderlos. Y os puedo asegurar que a partir de ahora lo seguiré haciendo.

Digo que posiblemente haya cometido muchos errores, seguro y no lo dudo. Pero no he cometido otros que siempre habrá quien quiera cargar sobre mí.

La pena, es que los que se dedican a criticar, a llevar y traer con malicia, suelen ser los que no pueden soportar los problemas de sus propias vidas, y necesitan ver e inventar sobre los demás para buscar su falso consuelo. Pobres, esos sí que necesitan de compasión. Sobre todo si tenemos presente las palabras de Jesús de Nazaret: “la medida que uséis con los demás, se usará con vosotros”.

A mis amigos me gustaría decirles hoy: no me defendáis, no lo necesito. Os necesito a vosotros, pero no vuestra defensa. La vida y la experiencia me han enseñado que, quien se dedica a ir de aquí para allá dando explicaciones, intentado quedar como bueno y convencer, o buscando la lástima de los demás, suele ser quien esconde la verdad. Yo no necesito la defensa humana, al final cada cual queda por quien es; y por mucha “basura” que se pueda verter sobre mí, quien me conoce sabe quién soy y como soy.

A los que se consideran mis enemigos: tranquilos, he sufrido vuestras persecuciones y maledicencias con dignidad, no me he defendido; no lo voy a hacer ahora y vuestros secretos, esos que podrían descubrir realmente quienes sois, están a salvo. No los he utilizado hasta ahora y no lo haré nunca.

A los que he considerado mis amigos: algunos compañeros, otros amigos. Lo que realmente me duele, es haber depositado en vosotros un amor que habéis utilizado para reíros de mí, para venderme al mejor postor. Solo os puedo decir una cosa, cuando me necesitéis, me encontrareis; pero por favor, no se lo hagáis a nadie más, es doloroso, muy doloroso. Estoy tranquilo y preparado, ya podéis empezar a criticarme, tengo claro que solo a Dios he rendir cuentas, y que Él sí que conoce perfectamente lo que hay en mí. Pero no olvidéis, que también conoce lo que hay en vosotros.

Ahora serán muchos los que me dejen de lado, me imagino. Eso es bueno, es la manera de saber quien merece realmente la pena. Otros me llamaran, posiblemente, hipócrita; que lo hagan, pero el hipócrita no es el que actúa según su conciencia, sino que su conciencia la pone en la lengua y el que dirán de los demás y vive su vida como un absurdo por el vulgo.

Criticadme y juzgadme todo lo que queráis, pero a mí por favor, no a las personas de mí alrededor, hacedlo conmigo, solo conmigo.

Me gustaría decir muchas otras cosas hoy, pero creo que me las guardaré para otros momentos y para aquellos que deseen leerlas.

Ahora contesto a la pregunta de mi amigo: ¿estás preparado para lo que se te viene encima?; si, estoy preparado, porque CREO EN DIOS, he estado al servicio de la Iglesia y de los demás y seguiré estándolo siempre que la Iglesia o los demás me necesiten, sigo siendo la misma persona, creyendo en lo mismo que creía,  y sé muy bien que “AL FINAL DE LA VIDA, SEREMOS EXAMINADOS ÚNICAMENTE DEL AMOR”. (Este es mi primer capítulo, habrá más...)

 

0 comentarios