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No podemos callar lo que hemos visto y oído. (Hch. 4, 20)

Conociéndose

Ya

Ya

Cuando la noche se vuelve oscura,

Cuando el sol se oculta entre las nubes,

Cuando la lluvia refresca lo seco,

Es cuando siento el corazón latir.

Quien desea amar, no lo hace;

Quien desea soñar, pasa la noche en vela,

Quien añora el pasado, no vive el futuro,

Quien espera, seguirá esperando eternamente.

Si deseas, hazlo.

Si sueñas soñar, sueña.

Si esperas, busca.

Cada minuto pasado del reloj,

Es simplemente pasado,

No volverá.

Cada minuto que está por llegar,

Es esperanza continua.

No brilla el valiente por sus acciones,

Ni el inteligente por su sabiduría;

El valiente lo hace por su valentía

Y el inteligente por su humildad.

Volar no es una utopía, es un deseo.

Quien desea, no muere;

Quien no muere, vive eternamente.

 

El viaje.

El viaje.

 

No ha sido fácil el viaje,

Un largo camino bañado en polvo,

Mientras el sol se escondía

Bajo las sombras de las gentes.

El mundo no ha parado

Para que baje el corazón pleno,

Las rosas en el agua también

Pueden marchitarse despacio.

Podrás pensar en los demás

Sin que el ayer te lo impida,

Formar cadenas de brazos

Para detener este mundo.

Sonríe desde el corazón

Y descubrirás un mundo nuevo,

Un mundo que no hay que detener,

Un mundo que es camino alegre.

El viaje ha sido largo,

No ha habido tiempo para el descanso,

El amor se nos echaba encima

Susurrando palabras penetrantes

Que taladran los corazones.

Camino lleno de piedras,

Mano firme que conduce

En una vida desastrada

Por el vaivén del odio.

Luchan viejos rencores

Por aflorar en memorias unidas,

Más es batalla perdida,

Pues marcha el hoy como escudo,

Dejando al ayer en retaguardia.

Los cantos han penetrado el cielo,

Nuestras voces allanado el mar

Que a impulsos de olas inexistentes

Se alzaban contra nuestro espíritu.

Dad la mano, no temáis;

Dad la vida, no temáis;

Dadme vuestros miedos

Para que seáis libres.

Dad, dejad y amareis.

 

La amistad

La amistad

Hay muchas cosas por la que dar gracias a Dios y a la vida, muchas cosas que nos pasan desapercibidas, de esas del día a día, que como siempre están parecen no importar. Yo quiero hoy rendir un pequeño tributo a una de esas cositas tan importantes: la amistad. La amistad no existe; no la busquéis, que no existe. No puede existir por que en sí misa es tan solo un concepto, nada más; quien busca "la amistad" concluye que es imposible. Lo que sí existe son los amigos, aquellas personas que van pasando a nuestro lado y van marcando nuestra existencia. Eso es lo realmente importante. Cuando hay amigos, la amistad tiene sentido. Yo les debo mucho, a pocos, pero mucho. Y creo que todos podemos decir lo mismo. ¿Quienes son?, los que no preguntan, los que se alegran cuando te alegras; los que lloran cuando lloras; los que saben estar sin ser llamados; los que no juzgan y siempre son capaces de perdonar. La familia no se elige, los amigos si; por eso no seamos tan tontos como para perder la oportunidad de tenerlos. Un amigo nunca miente, pero sabe lo que calla y calla lo que sabe. Pocos son de verdad, pero los que lo son están siempre dispuestos a demostrarlo sin necesidad de hacerlo. En definita, son un regalo, un don que no debemos despreciar. Quien los tiene, no necesita más.

Nuestro tren

Nuestro tren

   Son muchos los trenes que van pasando por nuestras vidas, muchas las estaciones en las que van parando y muchas las personas que van subiendo a ellos. Esos trenes es nuestra existencia; y hay que tener cuidado, porque algunos solo pasaran una vez, con billete de ida y no de vuelta, cuidado porque podemos perderlos y no volveran a pasar. La estación fundamental será siempre aquella en la que alguien nos espere, aquella cuyas luces esten encendidas y no se apaguen al llegar la noche. Si de pronto ves pasar un tren distinto, nuevo, hermoso, no dejes que se vaya de largo, es posible que ese sea de los que no volveran a pasar. No tengas miedo a subir en el, no dudes por tus incertidumbres o perezas; ese tren no te llevará donde tu no kieras porque es el quien te lleva, pero eres tú quien le marca el camino. Que triste resulta verlo irse a lo lejos y quedarse con lamentos en el arcen mientras se aleja, pasar la vida pensando que hubiese pasado si me hubiese atrevido a subir. Llegar un día, al cabo de los años, en el que la tristeza te azote por haber perdido aquel tren. No lo permitas, disfrutalo; es tu tren. Te digo otra cosa, no te importe lo que las demás personas que quedan el arcen puedan decir, quizás su dureza sea el resultado de que un día lo dejaron escapar, y su deseo ahora es que nadie pueda subir. Suele ocurrir, quien no es feliz no le gusta ver a nadie feliz, al contrario, intenta argumentar motivos por los cuales nadie debería serlo; que no te importe, es tu tren. Yo ya lo he visto pasar, se ha parado delante de mi y no voy a dudar en subirme a el. ¿Te vienes?, eres libre, pero si lo haces no mires con melancolia la vieja estación que queda atrás, sueña y espera la que nos aguarda... esa es la nuestra.

La libertad se encuentra en el amor

La libertad se encuentra en el amor

Nuestra libertad es el bien más preciado que tenemos. Nadie puede, ni debe, robárnosla. Ésta comienza y tiene su término en la dignidad del ser humano, algo a lo que nunca podemos renunciar, pues cuando lo haceos nos convertimos en meros instrumentos de intereses particularistas, unos intereses que solo sirven para el bien de algunos; es decir, somos un objeto más. El pensamiento es libre, pero no solo el pensamiento como tal, sino también la conducta y la conciencia. ¿Dónde está el punto de inflexión entre la libertad y la esclavitud?; sin duda alguna, se encuentra en la felicidad. Pero no en ese tipo de felicidad pasajera y trasnochada que se agota en los problemas de cada día; existe una felicidad mucho más profunda, aquella que emana del corazón, aquella que nos hace descubrir cada amanecer como una oportunidad nueva y única que se agota sólo en la búsqueda de la felicidad del otro. Todo lo externo no es más que pasajero, divagante. La auténtica perla preciosa se encuentra en el interior, allá donde nadie puede marcar los preceptos de la oscuridad. Si quieres ser libre, tendrás que empezar por amar; si quieres amar, comienza por sentir esa libertad como aquello que te convierte en único e irrepetible. ¿Has sentido alguna vez el abandono?, ¿alguna vez te has sentido traicionado? No temas por eso, es la condición humana, lo más importante es que tú nunca pagues con la misma moneda, porque entonces has dejado de ser libre para ser esclavo del odio; y el odio nos consume y nos corrompe hasta convertirnos en puros animales guiados por el impulso más profundo de nuestra sinrazón. Por eso Jesucristo nos dice "ama a tu enemigo", porque amar al amigo es fácil, es cómodo, es rutinario. En cambio el enemigo es el que te pone la meta, el que te obliga a superar tu propio listón; el que te obliga, en definitiva, a reafirmarte como persona y a cimentar tu libertad. Podrán obligarte a no respirar, pero nunca a no pensar, a no sentir, a no amar; el amor es libre, porque la libertad es el amor.