¡¡Effetà!!
CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO 2, 1-5
Hermanos:
No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Por ejemplo; llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: "Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado." Al otro, en cambio: "Estate ahí de pie o siéntate en el suelo". Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos? Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los le aman?
EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 7, 31-37
En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron a un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó le lengua: Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
-- Effetá (esto es, "ábrete").
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia proclaman ellos. Y en el colmo del asombro decían:
-- Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Una vez más nos encontramos a un Jesús caminante, un Jesús que no se queda sentado esperando a que vengan a él. lejos de eso él recorre el camino, parece como si todo el largo y polvoriento camino que hace vaya dirigido a encontrarse directamente con aquel sordo que apenas podía oir. Aquel que en su contexto era considerado un pecador por ser un enfermo. No le importa, él sabe cuál es su misión: el encuentro con quien le necesita, con quien necesita de su presencia para poder abrir sus ojos y ver la luz, la luz de la verdad y del amor. Con quien le necesita para poder soltar su lengua y no ser callado por la injustica de la tradición judía, una tradición que ya le había condenado. “Effetá”, ábrete. No es una petición, es una orden dirigida a las trabas físicas, dirigida a toda una ley impuesta y que aleja de Dios. Así lo expresa Santiago: No juntéis la fe en Nuestro Señor Jesucristo glorioso con la acepción de personas. Tender la mano en nombre de Jesucristo es no hacer acepción de personas, no valorar a los demás por su rango o condición. Effetá significa abrir nuestro propio corazón para que en él tengan cabida todos, absolutamente todos, no solo los que nos benefician o agradan. Es abrirnos al entendimiento y ser solícitos a la Esperanza. Son muchos los que en nuestros días carecen de esa Esperanza, una esperanza tan radical que no entiende de convencionalismos, que no sabe de clases sociales o barreras humanas. Cuando el ser humano busca tan solo la esperanza del mundo, la que nos proporciona lo pasajero, su paso le hace caer en un profundo pozo de desesperación, en una falta de ilusión que acaba ser la condena a muerte del propio ser. La Esperanza del “effetá”, es distinta, nueva, renovadora. Es Cristo mismo quien la ofrece, y ante ella no existe la traba del hablar humano. En ocasiones llenamos nuestras bocas con palabras estupendas, nuestras mentes con ilusiones utópicas y nuestros oídos con los alagos que necesitamos. Hay que bajar un poco más a la tierra, pisar el camino polvoriento que pisa jesus, darse cuenta y ser conscientes de los que nos esperan para poder sentir nuestra mano tendida. Madre Teresa de Calcuta vivió ésta realidad muy de cerca. No se quedó aislada del mundo compadeciéndose de los necesitados, buscó esa presencia de Cristo en los más pobres de espíritu. Nunca quiso ser distinta, nunca quiso el alago humano ni los aplausos pasajeros. “Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino que prometió a los le aman?”. La clave de ser heredero del reino no radica en ocupar un status o una posición en la Iglesia, ni en la sociedad, ni en el mundo. La clave de ser herederos del reino radica en ser elegidos, elegidos para ser testigos de esperanza, desatadores de nudos que hacen al ser humano vivir en la mudez. Quien no denuncia la injusticia, quien se conforma con vivir, quien calla el mal; no es testigo de Cristo ni heredero del Reino, porque quizás, la impasibilidad de su existencia ya es la herencia recibida y no puede reclamar otra. Los pobres que el mundo rechaza son los preferidos de Dios. Tenemos que tener mucho cuidado, porque puede que ocasiones hayamos hecho de nuestras comunidades cristianas, de nuestras iglesias, ámbitos de los “bien vestidos”. La palabra de Dios nos reclama la necesidad de recordar, que en nuestras comunidades, no hay “bien vestidos”, que el orden es inverso, los harapientos son ahora los elegidos, son evangelio viviente. Ánimo, nuestro espíritu aún puede volver a ser pobre y necesitado de Dios, todo está en dejarse meter los dedos en los oídos y en dejar que nuestros ojos sean manchados con la saliva de Cristo, cada segundo que pasa es una nueva oportunidad para salir al camino y esperarle, para dejarle hacer en nosotros el milagro, para que nuestro corazón pueda sentirse interpelado por el “effetá”.
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