Oscar Romero
Romero es, todavía hoy, uno de esos personajes que impactan. Desde el más absoluto anonimato el 15 de octubre de 1974, fue nombrado obispo de la diócesis de Santiago de María en el departamento de Usulután. Ocupó esa sede durante dos años. El 3 de febrero de 1977, fue nombrado por el Papa Pablo VI como Arzobispo de San Salvador. De estilo conservador, siempre desde la indiferencia y, en muchas ocasiones, al lado de la clase alta salvadoreña, era considerado algo así como el aliado y defensor de los pudientes. Poco imaginaba Oscar Romero cual era la misión que Dios tenía preparada para él. El 22 de febrero, Mons. Romero tomó posesión del cargo de Arzobispo de San Salvador en una ceremonia sencilla celebrada en la capilla del Seminario Mayor de San José de la Montaña, a la que asistieron el nuncio apostólico Mons. Emmanuelle Gerada y los demás obispos de El Salvador. Ese mismo día, el gobierno anunció que varios religiosos que se hallaban fuera del país, entre ellos el español Benigno Fernández S. J. y el nicaragüense Juan Ramón Vega Mantilla, no debían regresar. El 5 de marzo, durante una asamblea especial de los obispos, se eligió a Mons. Romero como vicepresidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador y se preparó un comunicado para denunciar la persecución de la Iglesia en el país. El 12 de marzo de 1977, el P. Rutilio Grande, S. J., amigo íntimo de Mons. Romero, fue asesinado en la ciudad de Aguilares junto a dos campesinos. Grande llevaba cuatro años al frente de la parroquia de Aguilares, donde había promovido la creación de comunidades cristianas de base y la organización de los campesinos de la zona. El propio presidente de la República informó a Mons. Romero sobre la muerte de Grande, prometiendo una investigación sobre los hechos. El arzobispo reaccionó a este asesinato convocando a una misa única, para mostrar la unidad de su clero. Esta misa se celebró el 20 de marzo en la plaza Barrios de San Salvador, a pesar de la oposición del nuncio apostólico y de otros obispos. Este fue el auténtico despertar de Romero, al comprender de qué lado se estaba posicionando. A partir de aquel día, toda su labor eclesial giró de forma radical, teniendo incluso que oponerse a las directrices que desde los despachos romanos se le marcaban. Reconoció a Cristo en los campesinos que veía sobrevivir y morir día a día.
No dudó en enfrentarse tanto al poder establecido, como al ejército salvadoreño (que también presionaba al pueblo), e igualmente, a aquellos sectores eclesiales que desde posturas "comodonas" le llamaban día a día a dejar su labor de denuncia. Oscar supo hacer de la iglesia, una auténtica iglesia que sabe de la vida diaria de sus feligreses y lucha por la justicia social y la igualdad. Supo ver en la iglesia el tesoro del mensaje de Cristo sin adornos ni parafernalias. Su muerte no fue tan solo un testimonio de vida, sino que fue la semilla fructífera que hizo rebrotar la verdadera Iglesia de Dios en el Salvador. Son muchos los sacerdotes que, tras él y siguiendo su ejemplo, han entregado su vida por Amor y por la Verdad.
El día lunes 24 de marzo de 1980 fue asesinado cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo hecho por un francotirador impactó en su corazón, momentos antes de la Consagración. Al ser asesinado, tenía 62 años de edad. La sangre derramada por su corazón se unió a la sangre derramada por Cristo.
Os recomiendo una película sobre su vida que refleja muy bien su pensamiento y su fe: La película Romero, realizada en 1989, está basada en su biografía.
Aquí os dejo algunos de sus escritos:
Al ejército salvadoreño:
Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto, a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.
"...toda persona que lucha por la justicia, que busca reivindicaciones justas en un ambiente injusto, está trabajando por el Reino de Dios"
"Si denuncio y condeno la injusticia es porque es mi obligación como pastor de un pueblo oprimido y humillado"
"...de nada sirven las reformas si van teñidas de tanta sangre"
"Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios... Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla"
"Si me matan, resucitaré con el pueblo salvadoreño"
"...un obispo morirá pero la Iglesia de Dios que es el pueblo, no perecerá jamás"
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