El espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad
Son muchas las ocasiones a lo largo de nuestra vida en que nos sentimos débiles, cansados, decaídos, agobiados, y una larga lista de sensaciones que nos hacen pensar que la soledad es el estado real de nuestra existencia. Creemos que no necesitamos de nadie ni de nada, es más, que nadie nos necesita a nosotros. Estos sentimientos no forman parte de nosotros realmente, sino que emanan en circunstancias concretas y en realidades de dificultad. Y es normal, pues ¿acaso somos superhéroes que pueden con todo?, ¿somos seres insensibles a los que les da igual todo? ¿somos hombres y mujeres ajenos al mundo que nos rodea?. Evidentemente no. Somos seres sensibles y vivimos en sociedad, es más, vivimos en una sociedad que muchas veces no nos gusta nada pero que es la que nosotros mismos nos hemos creado. El egoísmo es la principal puerta de entrada de todos estos sentimientos, pues es precisamente el egoísmo quien nos lleva a pensar y sentir que la debilidad no tiene cabida en nuestro día a día. El principal veneno de la fe es el egoísmo: sentir que somos dioses, dejar de lado a Dios y pensar que los demás han de respetarnos y necesitarnos como su Dios.
El verdadero Dios, Jesús de Nazaret, nos enseña todo lo contrario, no indica que hay que buscar la grandeza en lo sencillo y lo pequeño. Nos da ejemplo de cómo haciéndose uno de nosotros y viviendo en nuestra realidad puede incluso sentir nuestra propia debilidad. No podemos olvidar nunca lo hermoso del hijo necesitado del padre y de la madre, de su cuidado y de su protección. Lo profundo de una semilla insignificante que se convertirá en fruto que sacia el hambre del estómago vacío.
La soledad de Dios es un sentimiento real que podemos tener, pero esa soledad es el fruto de la compañía, sólo puede sentirse solo quien se ha sentido acompañado. Nada hemos de temer cuando sentidos a Dios lejano, nada, porque esa misma fe que nos hace sentirlo así se transformará, si queremos, en Espíritu que lo transforma todo, que todo lo hace nuevo, que nos hará sentir como niños recién nacidos en brazos de sus padres: “Fuera de ti, no hay otro dios”, nos dice el libro de la Sabiduría, porque en Él está la esencia misma de la felicidad, la semilla del Reino como realidad. El Reino de Dios no es algo lejano, no es algo utópico; el Reino de Dios es Dios en tí y en mí. La justicia humana dista mucho de ser perfecta, la justicia divina es paciente y su vision no es miope como la nuestra, sino complete y global.
¿Cómo es possible el Reino de Dios?
Cerrando la puerta del egoismo.
Abriendo la puerta del Amor.
Segando la cizaña que crece.
Cuidando la semilla del Amor.
Asumiendo la debilidad.
Creyendo en la Fortaleza del Amor.
Olvidando la lejanía de Dios.
Sintiendo la presencia de su Espíritu de Amor.
Trabajar por el Reino de Dios no es una illusion, es una urgencia y una necesida; pero cuidado: trabajar por el Reino de Dios, no por crear nuestro propio reino a nuestra medida. Deja penetrar el Espíritu en Tí y Él lo hará todo nuevo surgiendo así la verdadera realidad del Reino de Dios.
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